SOMOS LA CASA CON ALAS...
Somos la casa con alas, el Templo de Salomón vuelto interior, el verdadero colegio invisible que no tiene muros ni estatutos, solo escucha. Somos la cordada más extraña y obstinada en los montes K’un Lun, caminando de noche, tanteando la roca con las manos desnudas, fiándonos más del pulso que del mapa. Y desde ese lugar, queremos daros las gracias.
Gracias por habernos acompañado un año más en esta singladura podcástica. Gracias por prestar oído cuando la mar estaba en calma y también cuando crujía el casco. Gracias por seguirnos sin consignas, sin promesas de puerto seguro, aceptando que a veces solo había niebla, símbolos, preguntas abiertas y una lámpara encendida a lo lejos. Este viaje lo hace quien habla quien escucha. Cada uno de vosotros ha sido remo, estrella, vigía. Sin vuestra presencia silenciosa al otro lado, estas palabras no habrían encontrado cuerpo. Porque lo invisible solo se sostiene cuando es compartido, y la tradición viva no se transmite por imposición, sino por reconocimiento.
En estos tiempos de ruido y prisa, habéis elegido la escucha lenta, el rodeo, la profundidad. Habéis aceptado caminar por senderos que no cotizan, deteneros ante ruinas que aún arden, mirar el mundo con un ojo puesto en lo que fue y otro en lo que todavía no tiene nombre. Eso no es poco. Eso es raro. Eso es valioso.
Que estas fechas, cargadas de luces prestadas y silencios antiguos, os encuentren firmes en vuestro centro. Que el fuego no os falte, pero tampoco el agua. Que sepáis cerrar ciclos sin amargura y abrir otros sin ansiedad. Que el invierno os sea fértil y la noche instructiva.
Seguiremos. No porque haya que hacerlo, sino porque el camino continúa llamando. Y mientras haya alguien dispuesto a escuchar, a cruzar el umbral, a sentarse un momento junto al fuego, esta casa con alas seguirá en pie.
Gracias por estar. Gracias por ser parte. Buen tránsito, y que la aurora os encuentre despiertos.





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