EL CORAZÓN
En la vasta tradición del Taijiquan, donde cada gesto es un eco del Cielo y cada postura una conversación con la Tierra, surge una figura cuya visión no solo iluminó la técnica, sino que reveló el espíritu oculto del arte: Chen Xin (陈鑫, 1849–1929).
Erudito, cultivador del cuerpo interno y arquitecto de teoría profunda, su obra Ilustraciones detalladas y explicaciones del Taijiquan de la familia Chen se erige como un templo de tinta donde confluyen filosofía, medicina, estrategia y alquimia corporal.
Entre sus enseñanzas, una resplandece con especial claridad: el corazón —Xīn, 心— es el Anfitrión del Taijiquan,
y en torno a él orbitan manos, pies y posturas como invitados que siguen su guía silenciosa.
En la visión de Chen Xin, el corazón no es un órgano aislado ni un simple depósito de emociones.
En la tradición china, el corazón es centro de conciencia, trono de la Intención (Yi, 意), raíz del discernimiento y espejo del espíritu. Los japoneses lo llaman Kokoro. Y es el único ingrediente que no puede faltar en la despensa de un cocinero de cualquier taberna, de cualquier Izakaya. Y hay un corazón escondido. Un sol detrás del sol.
Por eso dice que el corazón es el Anfitrión (主):
es quien recibe, ordena, decide y armoniza.
Las extremidades —las manos, los pies, la postura— son Invitados (客): siguen su ritmo, responden a su claridad o se nublan cuando él se extravía.
Cuando el corazón está sereno, el Qi se distribuye de forma justa, y el cuerpo entero se vuelve una constelación ordenada:
los huesos se alinean como pilares, las articulaciones se abren como pasajes rituales, y cada gesto brota sin interrupciones, como un río que corre sin piedra que lo parta.
Pero si el corazón se agita —si se apresura, si se tensa, si teme o desea en exceso—, entonces la estructura interna se ondula, el flujo se quebranta, la suavidad se endurece y la firmeza se dispersa.
Chen Xin lo resume con la lucidez de quien ha visto el interior de todas las cosas:
“Cuando el corazón está quieto, el cuerpo fluye como el agua;
cuando el corazón se agita, el flujo se rompe.”
心静时 全身如水流
心动时 流断
El corazón del Taijiquan no debe estar ni demasiado lleno ni demasiado vacío.
Debe morar en el umbral:
presente sin tensión, receptivo sin pasividad,
vivo como llama que no vacila, firme como luna que no cae.
Chen Xin lo llama “el equilibrio entre tener y no tener corazón, tener y no tener mente” —un estado en el que la Intención actúa sin esfuerzo y la percepción se abre sin ruido.
Liang Shuming captó este espíritu en un susurro inolvidable:
“El corazón que no se agita es el que más profundamente siente;
el corazón que no se apresura es el que más claramente ve.”
不动之心 最深切
不急之心 最明澈
El corazón sereno es intensidad sin agitación, claridad sin rigidez.
Es el anfitrión perfecto: observa, decide, deja fluir.
Hay un sendero. Hay un Camino.El Sendero del Medio Dorado Chen Xin vincula directamente el dominio del Taijiquan con la antigua enseñanza confuciana del Medio Dorado (中庸, Zhōng Yōng):
el arte supremo de mantener la armonía en todas las cosas, de situarse entre la falta y el exceso, de actuar desde el equilibrio interior.
Confucio lo dijo con una tristeza suave, consentida, resignada:
“El Camino del Medio, pocos lo ven.”
中庸之道 少人能见






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