NOCHE Y DÍA
SKETCH
TINTA SOBRE MOLESKINE
CUADERNO DE VIAJES
El valle de Kullu, o valle de los Dioses, queda escondido en los Himalayas. El viaje es largo y las manzanas agrias. Las flores crecen sobre los barrancos. Un impenetrable trenzado de raíces y lianas. Una vegetación salvaje que se ha tragado a todos los dioses y a todas las doctrinas. Aquí viven los Gadís, un pueblo de pastores nómadas, que perteneció originariamente a una casta guerrera. Vienen de Rajastán y parecen griegos de los días antiguos. Viven en las cumbres con un vellocino de oro que esconden en profundas grutas. Se pasa la línea de las lluvias y se encuentra un templo perdido. Sobre las montañas moradas también golpea la luz. Techo curvo, como de pagoda. Las maderas están carcomidas por el tiempo. Huesos de animales, cráneos de ciervos penden a la entrada. El templo ha sido edificado en torno a una enorme roca. Es una piedra extraña, negra, pulida por todas las manos del mundo. Con toda seguridad aquí se han realizado sacrificios humanos. Está manchada por el color de Atlantis, es realmente el asiento de Siva y de su negra esposa.
Las bodas se han cumplido. Pero para que hayan podido cumplirse ha debido venir un invitado. Hoy he sido yo. Mañana tú. He sido convocada con la sangre de una mujer, con la de un perro y con la mía propia. Me han tocado las manos de la reina de Saba, sus dedos, en los cuales tiembla la locura de Dios, sus uñas, que han estado bajo las arenas, arañando piedras calvas. También la Reina ha derramado sus sangre para crear la suprema ilusión del Ardhanarisvara.
Esa figura, completamente ilusoria, es el andrógino, el de los dos aretes. Su forma es la de la sagrada sílaba Om, la cual se escribe AUM. A es Brahma al amanecer. U es Visnu al mediodÍa. M es Siva en la oscura noche. Este conocimiento ha estado ahogado durante siglos por el griterío de los monos, que iban saltando de rama en rama a platicar en el templo. Esa es la enseñanza que recibí en aquél lejano viaje. Puede que todos llevemos dentro un mono parlanchín que debe elegir entre Dios y la naturaleza.
Después de las bodas el amado ha de ser sacrificado y devorado.
En Japón el Monte Fuji fue puesto ante mis ojos alto y velado. Se vendían allí equipos de escalada para acceder, nunca en invierno, a esa cima cuya última arista está poblada de alpinistas muertos congelados con una sonrisa azul. Aquí está un santuario de la rama budista Shingon. Asistí a la lección de un venerable, que era otra forma de alpinismo, esta vez hacia las alturas del espíritu. Unos tratan de ascender al Fuji, otros tratan de escalarse a sí mismos, dos cumbres igual de peligrosas.
Tallada en el tronco de un árbol o enterrada en la nieve que se deshacía, no sé, no recuerdo bien encontré una imagen de Izuna, que es cinco dioses a la vez y ninguno. Fudo, una forma airada de Buda. Karuten, Garuda, un pájaro divino. Dakiniten, un demonio que se alimenta de las pasiones humanas. Kangiten, una deidad de la fertilidad con cabeza de elefante y Benzaiten, el Kami del agua, de la música y de la victoria en la batalla. Compartí algunas bolas de arroz con este sabio budista en una gasolinera de Hakone. Le hice algunas preguntas. Me dijo: "Se puede demostrar por las leyes físicas que el sol sale todos los días, pero metafisicamente no se puede demostrar. El sol saldrá mañana solo si uno quiere." Y me ofreció otra bola.
TINTA SOBRE MOLESKINE
CUADERNO DE VIAJES
El valle de Kullu, o valle de los Dioses, queda escondido en los Himalayas. El viaje es largo y las manzanas agrias. Las flores crecen sobre los barrancos. Un impenetrable trenzado de raíces y lianas. Una vegetación salvaje que se ha tragado a todos los dioses y a todas las doctrinas. Aquí viven los Gadís, un pueblo de pastores nómadas, que perteneció originariamente a una casta guerrera. Vienen de Rajastán y parecen griegos de los días antiguos. Viven en las cumbres con un vellocino de oro que esconden en profundas grutas. Se pasa la línea de las lluvias y se encuentra un templo perdido. Sobre las montañas moradas también golpea la luz. Techo curvo, como de pagoda. Las maderas están carcomidas por el tiempo. Huesos de animales, cráneos de ciervos penden a la entrada. El templo ha sido edificado en torno a una enorme roca. Es una piedra extraña, negra, pulida por todas las manos del mundo. Con toda seguridad aquí se han realizado sacrificios humanos. Está manchada por el color de Atlantis, es realmente el asiento de Siva y de su negra esposa.
Las bodas se han cumplido. Pero para que hayan podido cumplirse ha debido venir un invitado. Hoy he sido yo. Mañana tú. He sido convocada con la sangre de una mujer, con la de un perro y con la mía propia. Me han tocado las manos de la reina de Saba, sus dedos, en los cuales tiembla la locura de Dios, sus uñas, que han estado bajo las arenas, arañando piedras calvas. También la Reina ha derramado sus sangre para crear la suprema ilusión del Ardhanarisvara.
Esa figura, completamente ilusoria, es el andrógino, el de los dos aretes. Su forma es la de la sagrada sílaba Om, la cual se escribe AUM. A es Brahma al amanecer. U es Visnu al mediodÍa. M es Siva en la oscura noche. Este conocimiento ha estado ahogado durante siglos por el griterío de los monos, que iban saltando de rama en rama a platicar en el templo. Esa es la enseñanza que recibí en aquél lejano viaje. Puede que todos llevemos dentro un mono parlanchín que debe elegir entre Dios y la naturaleza.
Después de las bodas el amado ha de ser sacrificado y devorado.
En Japón el Monte Fuji fue puesto ante mis ojos alto y velado. Se vendían allí equipos de escalada para acceder, nunca en invierno, a esa cima cuya última arista está poblada de alpinistas muertos congelados con una sonrisa azul. Aquí está un santuario de la rama budista Shingon. Asistí a la lección de un venerable, que era otra forma de alpinismo, esta vez hacia las alturas del espíritu. Unos tratan de ascender al Fuji, otros tratan de escalarse a sí mismos, dos cumbres igual de peligrosas.
Tallada en el tronco de un árbol o enterrada en la nieve que se deshacía, no sé, no recuerdo bien encontré una imagen de Izuna, que es cinco dioses a la vez y ninguno. Fudo, una forma airada de Buda. Karuten, Garuda, un pájaro divino. Dakiniten, un demonio que se alimenta de las pasiones humanas. Kangiten, una deidad de la fertilidad con cabeza de elefante y Benzaiten, el Kami del agua, de la música y de la victoria en la batalla. Compartí algunas bolas de arroz con este sabio budista en una gasolinera de Hakone. Le hice algunas preguntas. Me dijo: "Se puede demostrar por las leyes físicas que el sol sale todos los días, pero metafisicamente no se puede demostrar. El sol saldrá mañana solo si uno quiere." Y me ofreció otra bola.
Comentarios