SHIRAZ DE LA ROSA

LA CICATRIZ AFRICANA
Tinta para El arte del desafío


Me escribe mi amigo Hakím Bey, el anticuario de Estambul,  para decirme que en Shiraz han aparecido un par de cosas interesantes : Las reliquias de san Burgundio, quien decapitado, combatió con la cabeza en la mano durante tres días en las murallas del Acre sitiado por  Saladino. Son, a saber, una greba, el morrión y la celada, y la cabeza, en un frasco de almibar, todavía adornada por un fino bigotillo rubio.
Y otra carta del finado capitán Burton que también se escapó a los fuegos de la viuda. La carta narra la historia de amor del capitán con una cortesana del Sindh y de la famosa broma que gastó a un grupo de arqueólogos y dice así:
"Ay, Chandra, sus primeros amantes fueron brahmanes, hombres santos. Unos decían que había nacido en Karachi, otros, en los umbrales de un templo consagrado a Ganesh, el dios elefante. La acompañaban la seda y las perlas, la púrpura, la música y el añil. La tierra de Sindh albergaba a la más hermosa de las cortesanas.
Concernido por aprender el idioma de las gentes de aquél rincón del mundo decidí comprar sus servicios. Mi sistema de aprendizaje de lenguas siempre ha sido el mismo: Un pequeño diccionario, un libro cualquiera que traducir y una mujer en la cama. Hice amago de acercarme a ella.
Iba Chandra en silla elevada, escoltada por dos eunucos y dos esclavas. Cruzando el vado que nos alejaba de los barracones militares me crucé con ella. Iba yo caracoleante, adornándome a caballo por la lengua de arena, y obligué a los esclavos que portaban la silla a pararse. Me vio entre el polvo que levantaba el raudo 
galopar...
Chandra juró que domaría a aquél bárbaro insolente, un angrezi, peor que el peor de los intocables. Consintió en recibirme dispuesta a volverme loco. Así, aceptó mi oro, lavó mi cuerpo y me obsequió con danzas, ambrosía, aromas de sahumerio y el poderoso almizcle de vino especiado. Gocé de tanta gracia y belleza. Su gran mata de pelo negro le caía hasta la cintura. Seis noches me retuvo, muriendo de amor y de deseo, hablándome de filosofía y astronomía, del tantra, los eclipses y los vengativos dioses, sin permitirme tocarla más que las manos hasta que el sueño me vencía.
Entonces la cortesana, para mi vergüenza, y en venganza por mi agravio, vertió sobre mis bigotes el vino del ritual y ordenó a sus eunucos que me abandonaran en una calleja cerca del burdel. Soñé, como Alejandro, que guiado por una cigüeña volaba hasta las fuentes del Nilo. Desperté con las burlas de los transeúntes y los pilluelos, y tanto me avergoncé, que ese mismo día decidí abandonar Sindh y el ejército sabiendo que nunca podría olvidar aquel cuerpo, aquella boca fresca y aquella hermosa voz.
Desdeñaba los tesoros Chandra, la de los pechos breves, la atezada, mas me volvió a llamar a su lado: “Seré tuya ", me susurro al oído. "Si haces algo por mí. Hay hombres de tu tierra que se ocupan en excavar como perros en busca de reliquias de otras épocas. No entiendo qué insana locura puede llevar a alguien a buscar lo que debe seguir dormido. El caso es que lo están haciendo en el bosque donde los sanyasin, los renunciantes, celebran sus ritos sagrados. Acaba con esto y dormiré contigo ". "¿ Qué puedo hacer yo mujer ?" ." Ya pensarás algo ".
Y yo, que hasta entonces sólo había creído en los átomos de Epicuro, en el vacío en que se sostienen y en la férrea voluntad que los mueve, empecé a recitar el verso del santo de Asís hasta la desesperación "Nel fuoco de amore..." y a elevarme mientras pensaba cómo deshacerme de los buscadores de antigüedades. Mientras pensaba en el asalto y hasta en el asesinato, construía un palacio en mi cabeza adornado con innumerables trecerías a partir de nuestros nombres: R y C, Richard y Chandra. ¡Divae Chandrae Sacrum! Consagrado a la divina Chandra...Si para los Papas y los Ulemas Dios es la ortodoxia, para San Francisco, Dios es el amor y para mí, Dios es la belleza.
Tenía un jarrón de barro rojo, de estilo ateniense, pintado con figuras etruscas donde guardaba "Daal" las lentejas. Lo rompí y enterré los pedazos en un campo cercano. Me hice pasar por un mendigo y aparecí en el campamento de los arqueólogos con un trozo del jarrón en la mano pidiendo a cambio algunas rupias. Al verlo saltaron de sus surcos. Yo señalaba en la otra dirección. Gritaban que toda la historia antigua, toda la historia de Roma, debería ser escrita de nuevo.
¿Sería cierto que los etruscos provenían de la India? Corrieron a aquel terreno cubierto de lodo y jamás volvieron a pisar el campo de los sanyasin.
Poseí a Chandra. Pude acariciar sus cabellos y mirarme en la fuente de aceite que de ellos manaba. Ella fue mi Bhakti. Y en el instante más intenso de nuestro abrazo ella se desposeyó de sus vestiduras de carne y apareció ante mí así, desnuda, toda vestida de luz "Aste, aste" (Despacio, despacio). Vi sus chacras girar y deslumbrar, sus vivos colores, y su fuego no me quemó. Mi corazón, que hasta entonces no latía, se abrió y mi alma empezó a ser tejida "
No he visto la cabeza de san Burgundio ni la carta del capitán, pero he visto Shiraz de la rosa, la ciudad de los poetas Sadi y Hafiz, la capital de Fars. Recuerdo como se llega a la ciudad por ese estrecho paso famoso en las geografías de los persas, lleno de profundos pozos y claras fuentes.
Dicen que fue en Shiraz donde se inventaron los molinos de viento. Es una ciudad rica en escuelas, pero su fama son los enormes caravanserais donde los viajeros cuentan extrañas historias, y las rosaledas.
Shiraz es una de las creaciones de la imaginación oriental. Una buena historia siempre viene de allí. Pero lo que viene en verdad son las rosas rojas, las rosas de Shiraz. Cuentan que una rosa blanca se ruborizó bajo la mirada de un príncipe o un ladrón, o un camellero o un aguador, porque se sintió desnuda. Y hasta ahora...La rosa roja









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