LAS ÓRFICAS

ORFEO
Dialogando con Moreau
sketch sobre Moleskine
Tinta y pastel.


Que el amor y la música van juntos lo sabemos en la piel por el canto de los pájaros y sus ritos de apareamiento, pero también nos lo dicen en las manos el grito, el rugido, la imprecación, el gorjeo, el gemido, el silbo y el suspiro cuando sustituyen a las palabras.
Mozart compone con la misma naturalidad con la que canta un pájaro. Es único
En Japón me dijeron una vez: "Que el último grillo te cante tarde." Lo que vendría a ser lo mismo que: espero que ames bien y durante mucho tiempo.
El amor como la música tiene un limite a pesar de los modernos sistemas de grabado y audición. Cuanto más intensa la belleza que irradian más irreversible es su gozo. De ello nos habla, o más bien nos canta, el mito clásico de Orfeo.
Orfeo es capaz de parar el mundo con su canción, hace callar a las sirenas, hace que los argonautas remen con los riñones, que Hércules beba tanto vino como para llorar tal que una princesa frigia.
El músico, el poeta, viaja al infierno a rescatar a su amada picada por una serpiente. La belleza siempre es huidiza. Esto lo revela el hecho de que Euridice, la esposa, huía, en el momento de ser picada, de un hombre que intentaba violarla. Al llegar al tenebroso paisaje del Tártaro, la música que surge de la lira de Orfeo hace dormir al monstruoso perro de tres cabezas que vigila la entrada y la salida, las mismísimas Danaides dejan de llenar su tonel sin fondo y los muertos olvidan su hambre y su sed.
Hades, dios del inframundo, después de oír la música accede a dejar partir a su bienamada, pero a condición de que Orfeo vuelva al mundo de los vivos seguido por su mujer sin girarse para mirarla ni una sola vez durante el ascenso. En un momento dado, un aleteo, un crujir de telas que se abren, quién sabe, Orfeo duda y se da la vuelta. Euridice vuelve al infierno esta vez para siempre. Se va el amor. Se va...La tragedia que el mito pinta es la de lo irreversible. No se puede mirar atrás en el amor. No se debe. No hay atrás ni siquiera para el amor. Esto ya lo sabían Purcell, Boccherini, Billie Holliday, Keith Richards y Joe Strummer de los Clash. No lo sabían, obviamente, Joplin, Morrison o Kurt Cobain,  El sacrificio sonoro de la música puede contar la historia pero no evitarla.
Poseedor de la lengua verde de los amantes y del secreto seductor de toda melodía, Orfeo sucumbe bajo las garras y bocas de las mujeres tracias que interpretan su fidelidad como rechazo de la mujer y producto de un exclusivismo que el amor no merece. Literalmente se lo comen. Lo despedazan, despechadas, y arrojan sus pedazos a un río. Llegan los restos del músico al mar, imagen del no retorno, y su cabeza y su lira llegan a la isla de Lesbos desde donde siguen cantando y rimando el devenir, la boca alunada, los ojos de gato...Me cuentan que está escondida la cabeza en una cueva del restaurante "el Ginaikotoinas" propiedad del que fuera músico de jazz Spiros Papandreu. Se puede entrar a verla si uno cuenta una buena historia en el piano del comedor.

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