VIAJAR LIGERO

Ilustración del libro de artista
"Del arte del desafío"


Quizá el posadero le hable al peregrino de Carcasona y éste salga en busca de la ciudad. Todas las luces que al anochecer se encienden le parecen la ciudad. Y nunca son la ciudad; se acerca el peregrino a unas luces que se reflejan en el agua de un río y no es la ciudad. Son las barcas de los pescadores reflejadas en el agua. Esto ya le pasó en Japón a un poeta vagabundo.
Por eso conviene viajar ligero. Apenas alguien
Por el bosque viaja Ulíses desnudo y los gorriones se le posan en el hombro. Quizás no canten más que el nombre del héroe, aquél que reveló al ciclope: "Nadie" Disfruto imaginando a un pájaro haciendo su nido en la barba fugitiva y moribunda de Ulíses que, aparte de su nombre, solo llevaba un remo al hombro.
Anota el capitán Burton en 1853 lo que no puede faltarle a un viajero. Disfrazado de derviche se dirige a La Meca:
" Un miswak, un mondadientes, una rama para la higiene de la boca. Un poco de jabón y un peine, de madera, porque el hueso y el carey no son, religiosamente hablando, correctos. Una muda, un odre de piel de cabra, una alfombra persa basta: que además de lecho, sirva como silla, mesa y oratorio, una almohada, una sábana,  un paraguas amarillo chillón ( que sugiera un calor desproporcionado ) , un ama de casa
( aguja, hilo y botones en un saquito ), una daga, un tintero de estaño y un portaplumas, un rosario fuerte que en alguna ocasión pueda servirnos de defensa".

Comentarios

LO MÁS VISTO