EL HOMBRE ZORRO ESTÁ EN JAPÓN

Chiba Ken
Apunte sobre Moleskine
Tinta y acuarela


El maestro de espada, al que llamaremos Iwao, habla con un Inglés de mil demonios. Su hermano, a su lado, dormita, deja que sus ojos se pierdan. Parece entenderlo todo pero no estar dispuesto a degradarse llenándose la boca pequeña con una lengua de bárbaros. A  éste le llamaremos Itto. Escuchamos desparramados sobre el suelo de tatami, las piernas ardiendo:
" Yo no creía en nada. Hasta que cuando cumplí dieciséis que años empezaron a pasar cosas en casa. Mi padre, con 42 años, era criador de caballos y maestro de armas de la escuela Shinto Ryu. En nuestras tierras no había zorros hasta que los trajeron los hombres del comodoro Perry en unas cajas de madera. Esos hombres que confundían el honor con la oportunidad y el trabajo con el negocio. Como no les encontraron utilidad alguna pronto los soltaron en las colinas.
Un lobo se cruzó con los zorros y los confundió con un puñado de pequeños dioses. Cuando los zorros le miraron el corazón del lobo se sobrecogió. Sin embargo no dejo de vigilarlos, dando vueltas se fue acercando más y más indeciso. dando rodeos, hasta que finalmente rozo sus poderosos costados con el suave pelaje rojizo de aquellos dioses. Un zorro le mordió en una pata. El zorro había revelado su verdadera naturaleza.
Sasaki, que vivía en la granja contigua a la nuestra, cayó presa de un hechizo y en siete días se transformó en zorro. Le creció pelo por todo el cuerpo, sus manos se tornaron garras, y sus dientes se afilaron como pequeños cuchillos. Aullaba, corría, mordía los tobillos de los niños y desgarraba la ropa tendida. Esto, que vuestro doctor Sigmund llamaría "un claro ejemplo de neurosis obsesiva" nosotros lo llamamos posesión diabólica. El zorro olvidó que una vez había sido un hombre. El hombre nunca supo que un día sería zorro. El zorro era feliz siendo un zorro, conforme a su naturaleza de zorro. El hombre era feliz siendo un hombre, conforme a su naturaleza humana. Ambos gozaban de la felicidad de ser ellos mismos, y ninguno imaginaba que había sido completamente feliz siendo algo totalmente distinto.
La gente del pueblo pidió a mi padre que fuera a verle. Se miraron. El zorro lloró desconsolado. Entonces mi padre desenvainó la espada y ejecutó elegantemente ese kata que llaman " Cortando la hierba alta." El hombre se curó.
Y Kojiro volvió a plantar arroz. Esa misma noche empecé a entrenar con mi padre, a aprender el camino de la espada, en la pequeña escuela donde los espíritus de Lizasa Dono y su esposa duermen en un espejo."

Yo mismo no sabía que años más tarde presenciaría alguno de estos prodigios. El maestro, frente a mi, ayudó a quedarse embarazada a una mujer que vivía muchos kilómetros al Oeste, y a la que jamás había visto, dibujando una grulla y una tortuga en fino papel de arroz. Y curó a una familia la varicela trenzando los dedos en los gestos aéreos del Kuji Kiri y cantando los mantras, enterrando un abanico junto a la orilla de un río y paseando con ellos cogidos de la mano

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