LA MALA COSTUMBRE DEL VIENTO
Ouarda, la vidente
Sketch. Tinta y acuarela sobre Moleskine
Al atardecer una riada de personas en chilabas, caftanes multicolores y ajados vaqueros entra en la plaza de Djemaa el Fna. Se detienen en los puestos donde se venden los limones confitados y los zumos de naranja, las aceitunas y las hierbas aromáticas. En zoco de los alfareros se venden jarrones de Safi y Tajines de de Salé.
Los barberos, de agradable conversación pero mano infelxible y cruel, recortan una barba en plena calle. Los vencejos trazan teoremas de Pitágoras en el aire junto a sacos de avellanes y dátiles.
El dulce aroma del incenso y del cedro se mezcla con el aroma de las especias, de las pieles sin curtir, de los sudores mas velados, el humo de las forjas o del vendedor de pinchitos, o la sangre de los corderos que gotea desde las ventanas.
El buril nunca se para y baila entre bandejas tan grandes como los escudos de ejércitos marcianos.
El jeque me llevo a la tienda de un sastre, porque quería hacerme una túnica de hombre azul para bailar en las azoteas. Antes era frecuente ver alfombras voladoras sobre la casa del sastre, ahora se ven columpios y balancines de terraza pasar volando con parejas de amantes compartiendo sus ardores.
El sastre me mostró los tejidos y comentó que los más cotizados son los que destiñen porque las manchas en el cuello, brazos y cara distinguen a un" hombre azul"
Me estaba tomando medidas cuando de una pipa de agua se escapó un carbón encendido. Una calada paladeada más fuerte de lo habitual, el pulpeo de la Shisha, y voló de brazo en brazo de los que estábamos en la tienda quemando y mordiendo como una leona. Se oyeron exclamaciones de unos y otros: "Insalláh". "Bismilláh". "Caguental"...A mi me cayó sobre el pecho dejando allí una marca como de mapa de piratas.
-El viento- comento a mi lado el jeque bigotudo- tiene la mala costumbre de soplar sobre el fuego. Por eso nosotros nunca soplamos las velas, las apagamos con los dedos. Y tampoco decimos "dame fuego" que es una maldición, sino Yi li dafia, tráeme la salud.
Y sonrió dejando ver unos dientes de lobo e invitando al sastre, que pateaba el ascua fuera de su comercio, a continuar con su trabajo.
Sketch. Tinta y acuarela sobre Moleskine
Al atardecer una riada de personas en chilabas, caftanes multicolores y ajados vaqueros entra en la plaza de Djemaa el Fna. Se detienen en los puestos donde se venden los limones confitados y los zumos de naranja, las aceitunas y las hierbas aromáticas. En zoco de los alfareros se venden jarrones de Safi y Tajines de de Salé.
Los barberos, de agradable conversación pero mano infelxible y cruel, recortan una barba en plena calle. Los vencejos trazan teoremas de Pitágoras en el aire junto a sacos de avellanes y dátiles.
El dulce aroma del incenso y del cedro se mezcla con el aroma de las especias, de las pieles sin curtir, de los sudores mas velados, el humo de las forjas o del vendedor de pinchitos, o la sangre de los corderos que gotea desde las ventanas.
El buril nunca se para y baila entre bandejas tan grandes como los escudos de ejércitos marcianos.
El jeque me llevo a la tienda de un sastre, porque quería hacerme una túnica de hombre azul para bailar en las azoteas. Antes era frecuente ver alfombras voladoras sobre la casa del sastre, ahora se ven columpios y balancines de terraza pasar volando con parejas de amantes compartiendo sus ardores.
El sastre me mostró los tejidos y comentó que los más cotizados son los que destiñen porque las manchas en el cuello, brazos y cara distinguen a un" hombre azul"
Me estaba tomando medidas cuando de una pipa de agua se escapó un carbón encendido. Una calada paladeada más fuerte de lo habitual, el pulpeo de la Shisha, y voló de brazo en brazo de los que estábamos en la tienda quemando y mordiendo como una leona. Se oyeron exclamaciones de unos y otros: "Insalláh". "Bismilláh". "Caguental"...A mi me cayó sobre el pecho dejando allí una marca como de mapa de piratas.
-El viento- comento a mi lado el jeque bigotudo- tiene la mala costumbre de soplar sobre el fuego. Por eso nosotros nunca soplamos las velas, las apagamos con los dedos. Y tampoco decimos "dame fuego" que es una maldición, sino Yi li dafia, tráeme la salud.
Y sonrió dejando ver unos dientes de lobo e invitando al sastre, que pateaba el ascua fuera de su comercio, a continuar con su trabajo.
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