DE LEÓN A PERRO
Uno de los KOMAINU a la entrada de un templo Shinto en Japón
Tinta y acuarela sobre Moleskine
La pobre carne, el hueso, el tendón, puede enfriarlos el temor, pueden dudar y estremecerse y es entonces cuando el viajero ha de advertir: "¿ Tiemblas esqueleto? ! Si supieras adónde te llevo!"
No es que creyese como el guerrero parsi que no hay más hermoso jardín que la batalla, no, pero sabía que muchas cosas del alma se hacen con el gesto mágico, con la seña, con el refulgir del acero vivo. Y hay que batallar, una y otra vez, con los osos y los lobos totémicos que duermen en la memoria, las batallas terrenales.
Pelee en Bangkok con un boxeador thai a cambio de comida y bolsa para los guardianes del templo. Me dieron una somanta. Pedí limosna, en Japón, para mí y para el camino. Los caminos de peregrinación son viejos y fatigados.y agradecen en su reseca condición el loto para el arroz o el bol para el fuerte té verde de las montañas, y aún el yen que se pierde en el polvo.
Y una noche, agotado, dormí bajo extraños animales de piedra y abandoné los píes de la Diosa. No pasé frio. Con los ojos de los leones-perro clavados en el cogote.
Los komainu son un par de perros de piedra encarados el uno frente al otro a la entrada de los santuarios Shinto. Un perro, llamado A, aspira con la boca abierta, mientras su compañero, llamado Un, expira con la boca cerrada, sugiriendo el equilibrio entre el Yin y el Yang, y la exaltación y declinación de las fuerzas celestiales.
La frase "a un no kokyo" o "A, Un, respiran" describe la relación entre gente tan cercana que puede comunicarse sin decirse palabra. De mi alma a tu alma...
Con su apariencia fiera, cómo nuestras aladas gárgolas, protegen el templo de los espíritus malvados.
Habrá, una vez más, que buscar el origen de los Komainu en la India, en la representación estilizada del león en esa cultura. Los chinos adoptaron el león y la añadieron elementos de su tigre nativo, así como de los perros pequineses que eran el orgullo de la familia imperial. Esto terminó por pasar a Corea y de allí a Japón donde los leones védicos se transformaron en una suerte de perros enormes, algo cabezotas, de grandes garras. A veces se les llama karashishi, leones chinos, o tal cosa me dijo la vendedora de tickets de entrada en el museo de la katana, en Tokyo, cercano al parque Yoyogi.
La entrada al templo y, justo al otro lado, tras el dintel de los leones, aguardan los que están en el jardín.
Tinta y acuarela sobre Moleskine
La pobre carne, el hueso, el tendón, puede enfriarlos el temor, pueden dudar y estremecerse y es entonces cuando el viajero ha de advertir: "¿ Tiemblas esqueleto? ! Si supieras adónde te llevo!"
No es que creyese como el guerrero parsi que no hay más hermoso jardín que la batalla, no, pero sabía que muchas cosas del alma se hacen con el gesto mágico, con la seña, con el refulgir del acero vivo. Y hay que batallar, una y otra vez, con los osos y los lobos totémicos que duermen en la memoria, las batallas terrenales.
Pelee en Bangkok con un boxeador thai a cambio de comida y bolsa para los guardianes del templo. Me dieron una somanta. Pedí limosna, en Japón, para mí y para el camino. Los caminos de peregrinación son viejos y fatigados.y agradecen en su reseca condición el loto para el arroz o el bol para el fuerte té verde de las montañas, y aún el yen que se pierde en el polvo.
Y una noche, agotado, dormí bajo extraños animales de piedra y abandoné los píes de la Diosa. No pasé frio. Con los ojos de los leones-perro clavados en el cogote.
Los komainu son un par de perros de piedra encarados el uno frente al otro a la entrada de los santuarios Shinto. Un perro, llamado A, aspira con la boca abierta, mientras su compañero, llamado Un, expira con la boca cerrada, sugiriendo el equilibrio entre el Yin y el Yang, y la exaltación y declinación de las fuerzas celestiales.
La frase "a un no kokyo" o "A, Un, respiran" describe la relación entre gente tan cercana que puede comunicarse sin decirse palabra. De mi alma a tu alma...
Con su apariencia fiera, cómo nuestras aladas gárgolas, protegen el templo de los espíritus malvados.
Habrá, una vez más, que buscar el origen de los Komainu en la India, en la representación estilizada del león en esa cultura. Los chinos adoptaron el león y la añadieron elementos de su tigre nativo, así como de los perros pequineses que eran el orgullo de la familia imperial. Esto terminó por pasar a Corea y de allí a Japón donde los leones védicos se transformaron en una suerte de perros enormes, algo cabezotas, de grandes garras. A veces se les llama karashishi, leones chinos, o tal cosa me dijo la vendedora de tickets de entrada en el museo de la katana, en Tokyo, cercano al parque Yoyogi.
La entrada al templo y, justo al otro lado, tras el dintel de los leones, aguardan los que están en el jardín.






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