El jardín secreto




KOZURE OKAMI. Padre e hijo. Acrílico sobre lienzo. 2012

Con el cuerpo moldeado por banquitos de piedra. Paladeando ese oxigeno que, al vibrar atravesado por la luz, dilata el pecho.
Las operaciones fisiológicas que se producen en nuestros pulmones cuando entramos en un jardín o en un sitio arbolado aluden a la "reunión de los mares" o "unión de los océanos", a la sangre venosa o arterial, que solo se tocan,sabemos, en el infinito, ya que discurren paralelas.Ese es el motivo por el que una buena vegetación sosiega y aplaca los caballos del corazón.
El rojo, que es fuego, busca el agua, que es verde. Los poetas y los filósofos-la española María Zambrano, el japonés Basho, el alemán Junger- han paseado y montado apañados picnics en la floresta, vino y sake para recibir al atardecer, buscando ese verbo, todo magnesio y  hierro, de cuya unión amorosa brota la salud.
Es como si el mejor antídoto contra la soledad, si es que alguna vez estamos solos cosa que, sinceramente, pongo en duda, fuera un abigarrado grupo de árboles, convivir con las plantas, con su aparente quietud, con la azalea donde duerme el pájaro que pió tus siestas, con las colmenas que miran al sur. Ellas nos muestran impávidas lo secretos de la inmovilidad, sin volverse invisibes, mientras nosotros les devolvemos en gestos, señales, versos y golpes de acuarela, el laurel de nuestro zumbido interior, ese sonido rojo, boga de abordaje, por el que sentimos el color como misterio y revelación

Comentarios

Anónimo ha dicho que…
Cuando El Amor de un Padre y un Hijo se jutan,sale la magia de la belleza de sus ALMAS

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