ALFARERÍA

Acrílico sobre tabla-1995
Debió ser cerca de un bosque, no recuerdo donde, cuando vi al alfarero. Daba un paso y forjaba estrellas. El círculo espacial que trazaban las manos en connivencia con la arcilla sobre el plato giratorio, por fascinante e hipnótico, me sorprendía menos que ese otro circulo invisible que podía sentir gestándose. A saber: ¿ Como esas manos nacidas de la arcilla original, no obstante,un día empezaron a amasar y a moldear, a dar vida en definitiva, a esa misma arcilla ? El ouroboros, la serpiente que se devora a sí misma en un frenesí creador delirante. La convertía en otra cosa que nunca había existido antes, algo que era emblema de auténtica vida. La arcilla inerte engendró unas manos hábiles para ser moldeada. Misterio de misterios.
El alfarero con sus gestos, cien mil veces repetido, perpetua un movimiento circular que refleja fielmente el movimiento de rotación universal. Movimiento cadencioso que se da una y otra vez, la entrega del amante, sutilmente diferente. El camino del fuego, el más peligroso, el noveno círculo, al que obligatoriamente se ha de bajar a retorcer la carne. Así debió empezar el mismo Universo, movido por la necesidad de verse a sí mismo, y así se acabará un día.
Las manos del alfarero de Narita, cuando no enlazan los dedos en la oración del Kuji, luchan, en este mismo momento, levantando un muro de barro y sangre, contra la radiación de Fukushima.