UNA PINCELADA DE EROTISMO
Acrílico sobre lienzo-2010
Cuenta la tradición que cuando el artista Kano no sabía como pintar un dragón un monje le aconsejó que se convirtiera él mismo en dragón. Al cabo de un tiempo se había transformado pintándose. El color sobre sí. La piel hambrienta, de cuerpos pero también del color aplicado a través de las agujas del maestro tatuador. Las fronteras se borran. La piel se hace alma. Exterior e interior se mezclan en un espacio distinto del vacío.
Tanizaki, famoso por su " Elogio de la sombra ", relata en Yosho Jidai una imborrable situación de aprendizaje en años jóvenes. Es un niño que corre aterrado por los efectos de un terremoto. La calle es estrecha y temiendo un derrumbe busca instintivamente una vía más amplia. No le ha alcanza desplome alguno y llega un momento en el que se pregunta si su madre ha estado a su lado todo el tiempo o acaban de encontrarse. Ella lo abraza y él hunde su carita en el regazo. Por la abertura del escote el pecho se ofrece a los ojos del niño. Blanco, esplendido, lleno. Tanizaki repara en que lleva en su mano un pincel. Ha sido su talismán. Le ha guiado hasta allí. En medio de tanta agitación comienza a cubrir de trazos negros aquel pecho banvoleante que se le ofrece.
El cuerpo convertido en lienzo vivo. Luego con Klein devendrá pincel vivo. El tatuaje como último epitafio. En Japón, algunas damas que quieren ofrecer a sus amantes un regalo único y no queriendo ser tatuadas por ser este acto privativo de las clases más bajas, de los condenados y de los mafiosos yakuzas se hacen infiltrar pigmentos y tinta invisible bajo la piel del vientre o en la cara interior de los muslos o en la tersura de las nalgas, para que en el momento del sexo y cuando su corazón se desboca, esas partes del cuerpo, irrigadas profusamente por el ardor de la sangre, se muestren brillantes, la piel desprenda un dulce perfume y se hagan visibles como un refinado símbolo de entrega.
Arte vivo. Arte efímero.