PINTORES Y ALQUIMISTAS
Mixta sobre lienzo-2010
Los artistas medievales compraban sus materiales a boticarios y farmacéuticos, otros frabicaban personalmente sus pigmentos. Estaban muy próximos a ese otro grupo de adeptos que buscaban transmutar el plomo en oro. Tanto para el artista como para el viajero que transitaba en pos de la crisopeya, el color era el eslabón fundamental entre teoria y práctica. Ambos manipulaban los mismos materiales. Tiznaban sus dedos y volvian sus ojos hacia lo alto.
En aquellos dias la magia formaba parte de lo cotidiano. La pintura también era en primer lugar un asunto espiritual, un oficio mundano y al mismo tiempo un acto de devoción. Así los colores del pintor trascendían sus propia materialidad y adoptaban una significación casí divina.
El color es un pilar de la creencia alquimica de la transmutación. El color y la luz. La literatura alquimica está plagada de terminos de tintoreros y pintores.. Se habla de teñir las piedras y los metales como si fueran telas. A la piedra filosofal se la conoce como la tintura. La medicina de los metales es el color que nutre a través de los ojos el corazón del sincero buscador.
El rojo era el matiz primario de la quimica y el arte. La alquimia concede al rojo una significación especial: Es el color del oro, que se considera más bello cuanto más rojizo y representa la culminación de la " Gran Obra " o proceso alquímico que buscaba hallar la piedra de los filósofos y el elixir de la vida eterna.
La preparición de esta sustancia fabulosa está indicado por una determinada secuencia de cambios de color en la materia prima. A saber: Antes de alcanzar el rojo, las transformaciones generaban supuestamente los otros tres colores del mundo clásico: El negro, el blanco y el amarillo. Para Lupodni de Praga el adepto comenzaba su obra con una aleación negra de plomo, estaño, cobre y hierro, el tetrasoma o cuerpo de cuatro miembros. Al añadir mercurio, la superficie se cubria de una capa blanca. El amarillo se obtenía añadiendo oro o agua sulfurosa. El paso final y por lo tanto el éxito generaba un color púrpura que centelleaba en el interior del atanor y encendía los hornos.
Quizá mirar el bermellón con los inocentes ojos de un niño sea empezar a aprender a leer los secretos de la naturaleza.