LA LUZ DE LA SANGRE
Mixta sobre sobre tabla-2003
Es en la desnudez de cuerpos amigos que vemos a través de la piel, en el apenas velado rubor, el discurrir de la sangre. De todos los portentos que rodean a nuestra sangre es sin duda el más misterioso el de su constancia. Como el sol su eclíptica así tiene el río de la sangre su circuito asegurado por la luz que le aporta el oxigeno. Así como las estrellas se comunican por su luz, la atrapan y la rechazan, así la sangre se distribuye entre los órganos y vísceras relacionándolos entre sí. La sangre es por tanto la luz de nuestras arterias. La sangre es la vida decía el vampiro enamorado de Coppola, es el habitáculo del Yo, nuestro verdadero cuerpo anímico.
Fue en Londres, la ciudad imperial como la llaman los chinos, que trabajé con un viejo maestro de kung fu. El sifú Kan tenia su escuela en un callejón de Limehouse no lejos de la guarida, me gustaba imaginar, del mismísimo Fu Manchú. Era un hombre bajito pero macizo, capaz de colocar su puño a una pulgada de tu pecho y sin apenas moverse enviarte volando al suelo tres metros más allá.
Para nosotros, me dijo, existen dos clases de alma. Pero no te equivoques pues son la misma... Está el alma-sangre o P,o, y el alma-aliento, Huen, coinciden como te dije, sólo que la segunda aparece después del nacimiento, cuando el padre al reír hace reír al niño, le comunica su propio soplo vital y le da un nombre.