LAS MANOS

Acrílico sobre madera-1998
El soplo también está en la mano. El contacto insufla vida. Cuando tocamos estamos intentando emigrar de nuestra prisión de piel para ir al encuentro del otro. Esta experiencia termina con la ineludible vuelta a sí mismo. Tocar, es ser tocado al mismo tiempo por aquello que se toca. El ojo, en cambio, puede ver sin ser visto, el oído oye sin que lo oigan, pero la mano no puede tocar sin ser ella misma tocada.
El tacto generatriz es el único de nuestros sentidos que nos sitúa en posición en lo que nos rodea, sea esto visto o no.
Amamos, recibimos, bebemos o creamos con la mano ahuecada y operamos sobre el mundo real gracias a la agilidad de nuestra manos. Los dedos se separan y se unen en el encantamiento que da forma a nuestros sueños más intimos. " Manos vacías, manos industriosas " Dicen en Oriente. Y también " Lo que el corazón quiere la mano ejecuta "
En las blancas paredes de las casas del norte de Africa, la hamsa o mano de Fátima pintada de añil, verde o bermellón, señala protección tanto para sus habitantes como para el cansado viajero que las ve al pasar.
La mano nunca puede pecar.
Aquí están mis manos vacías... manchadas por la danza de mil pigmentos.