EL REY DE LOS GATOS

SU MAJESTAD REX POPE PRIMUS, ALIAS SALTARIN
SKETCH-TINTA CHINA SOBRE PÁPEL




El príncipe toscano Titus Palumbo di Capoferro, Tito para los amigos, fue todo un personaje. Rozó los cien años sin haber dado un palo al agua. Con la excepción de sus devaneos en el mundo del automovil en la Europa de entreguerras, probador de bólidos en el circuito de Monza, "galantuomo " y lector ávido de Sade y Casanova, nadie como él ornaba el ojal de sus chaquetas con la flor oportuna. A mi modo de ver sólo cometió un error en su vida. Este error fue providencial para todos nosotros. Impelido, quizá, por el temor a la muerte se permitió un devaneo literario en busca de la inmortalidad. Escribió " Memorias de un hombre que jamás hizo nada "

El volumen describe su vida y amores como ocioso ilustrado. Empezaba con la linea sorprendente " Io sono il mio secreto " que llevo más de una década intentando interiorizar y sentir como mía. La ascensión y caída de un meteoro de la dolce vita en el cielo mudo de los hombres. Cuando le conocí, presentado por mi primer marchante, era un anciano dicharachero. Estábamos en un velador de Recoletos y tras reparar en una primera edición del Lolita de Nabokov, que descansaba sobre la mesa, con un cuadro de Balthus ilustrando la cubierta, acabamos hablando de este pintor que se había autoproclamado monarca del pueblo felino.
" Yo le vi una vez " Dije " Yo otra " Apostilló " Empiece usted " Así que relaté como en un verano suizo en que trabaje en un internado, mientras viajaba en autocar en dirección a Gstaad, cruzando Rossiniere, vi a un viejo estirado ataviado con jersey y foulard supervisando el trabajo de unos hombres que reparaban un cercado. Era el pintor, reconocí su mirada entre sardónica y divertida y esa boca que no era tal sino una cuchillada perfecta de cuya comisura siempre colgaba como pegada un colilla. Allí, mi destino se había cruzado con el de uno de los últimos gurús del arte moderno, un último fetiche a destiempo de un realismo nada convencional, un idealista vestido de clochard, un zorro atrincherado contra las vanguardias.

" Ahora me toca a mí " Dijo Tito tras apurar su gintonic " Yo estuve presente cuando Balthus recibió la medalla imperial de Japón. También estaban allí Chirac y Kohl cediendo protagonismo al augusto anciano. Siguiendo el rígido protocolo, el viejo, inasible, filiforme, se inclinó tres veces. En mitad de un silencio sobrecogedor sus cansados huesos crujieron estrepitosamente. Todos tragamos saliva: Crec, Crec, Crec... Impresionante, egregio el chasquido, muy digno, igual que una de esas imágenes medievales en las que un esqueleto baila la danza de la muerte con el pueblo llano, sus reyes y sus obispos " Cerró los ojos como sonriendo. Tras abrirlos me miró, y haciendo una seña al camarero señalando su vaso vacío dijo " El rey ha muerto ! Viva el rey !!! "

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