UNA GEISHA JOVEN Y UN DON EVASIVO

CASA DE PEONIAS- Tinta y acuarela
Sabi Wabi es la quintaesencia de la estética japonesa. Es la belleza de las cosas imperfectas, cambiantes e incompletas.
Es la belleza de las cosas modestas y humildes.
Es la belleza de las cosas no comunes.
Sabi Wabi desemboca en ese estado metafísico del ser de perfección sin esfuerzo, de dignidad sin jactancia, de elegancia consentida que se llama Shibumi.
Unos amigos que andaban de excursión por Japón, si es que viajar por Japón puede llamarse excursión, me refirieron una de esas historias brillantes del carácter japonés, tan nocturno, tan extraño...Fueron invitados por sus anfitriones de Tokyo a conocer una casa de geishas. Yo, sinceramente, no sé como pudieron aceptar. Con lo bien que podían haber empleado ese tiempo paseando por el parque de Yoyogi o comprando enseres informáticos en el barrio de Shibuya. En fin...La velada se prolongo hasta altas horas de la noche. Las cuerpos y las sonrisas eran jóvenes, la música de una dulzura que ignora la tierra. El cuadro, si podéis imaginarlo, sería como una de esas lacas a la grave manera japonesa: Una sola rama con las hojas casi de oro y menudas cerezas de longuísimo tallo, sobre un oscuro fondo. Cerezas maguchi redondas, brillantes, hermanas de nuestras albariñas, de esas que los franceses llaman bigarreaux. Cerezas como besos. Una joven geisha destacaba por su belleza y modales. Las manos, los ojos, la voz, los movimientos...Al final de la noche vivamente impresionados se dirigieron a la dueña de la casa interesándose por aquella mujer. Su intención era felicitarla. La dueña pareció avergonzarse y en un tono que sonaba a sincera consternación les dijo: " Ah, ustedes deben referirse sin duda a la señorita x. Todavía se hace notar demasiado. Deben disculparla, es tan joven, aún tiene tanto que aprender... Aún no tiene Shibumi "
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