LA MANERA

Cuaderno de apuntes. Lápiz.
A veces empiezo abocetando. El poema de Gilgamesh me guia. Después llega el momento de cerrar los ojos y sentir el color. Abandono la forma. Respiro con todos los poros. Siento y coloreo lo sentido...

Cuaderno de apuntes. Acuarela
El siguiente paso será enfrentarse a la tela. No siempre trabajo así. Sólo es una manera.
Mi trabajo empezó hace cuatro mil años. En doce tablillas de arcilla se narró el poema de Gilgamesh. Después se guardaron en la biblioteca de Asurbanipal. La cifra no es casual, corresponde al desarrollo astrológico de la obra. Canta las hazañas de dos hombres: El rey Gilgamesh y el buen salvaje Enkidu. Los dos héroes se enfrentan, el sol y la sombra, su combate les hermana. Todo está en este libro babilónico, los trabajos de Hércules, el descenso al infierno en la Odisea de Homero, el viaje de Eneas y la Sibila, la canción del Dante.
El rey y la bestia libran a la durmiente humanidad de dioses y monstruos: el gigante Khumbaba, el toro celeste de Innana... Enkidu finalmente muere y Gilgamesh sintiéndose perdido busca devolver la vida a su amigo. Casi lo consigue...Casi.
Hipótesis: El universo en el que vivimos está hecho de espacio y materia, pero no siempre fue así. En otra era estuvo hecho no de materia sino de tiempo. Las coordenadas de nuestro universo son lugares, las de ese universo más antiguo eran momentos. Solsticios, equinocios, saltos de una luna solitaria de casa en casa. Imaginamos que un universo de materia no puede acabar sin más. Un universo hecho de tiempo si puede, y entonces ser sustituido por otro. Un desastre cósmico puede en un instante cambiar la maquinaria del ingenio, un héroe y su hermano matan a un toro y el mundo es rectificado, un pintor se encierra en su estudio a pintar aquel verso. Algo pasa. A oscuras, disimuladamente, un mundo se desvanece y deja paso a otro. Y nadie se entera.
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