EL MÚSICO EN LLAMAS

KOSCHKA
Mixta sobre tabla. 2006



A los veinte años me hacía preguntas. A los treinta buscaba respuestas. Y ahora, puuuf, ahora no sé que pensar. Por eso cuando en Varanasi, a unos pasos del templo de la rata, entre el santuario de Ganesha, el dios elefante, loado sea, y el callejón del perro, vi a un músico hindú que cantaba una pieza del Raga Dipaka ( que crea el fuego ) encenderse literalmente, empezar a arder y correr como un loco en dirección a los ghats para zambullirse en el río, pues...
Cada raga, me dijo mi guia, son formulas melódicas de entre cinco y nueve notas, tiene su correspondencia en una hora del día, una estación o un elemento. Hay ragas del fuego, de la noche, de la primavera, de la lluvia... Los ritmos de la música hindú, Talas, se clasifican por categorías anímicas como tranquilidad, pasión o tristeza.
Pensé que nuestro arte occidental tiende a imitar la vida. En oriente los términos se invierten: Nuestra vida no es más que una pálida imitación del arte, un reflejo imperfecto e ilusorio ( Maya ) de una realidad que la música encarna de forma más atinada. La música del indio en llamas, no imitaba, ni representaba el mundo, era el mundo.
No es extraño pues, que un músico pueda arder al cantar un raga de fuego. No es la expresión individual de un carácter, ni el reflejo de la neurosis del artista, es ese carácter en su estado más impersonal. El arte es el Absoluto. Nosotros, pobres poetas de la vida, somos los huérfanos de la realidad atrapados en la red del ensueño.

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