BUSCANDO TRASCENDENCIA EN EL CENTRO COMERCIAL

FORMA DE LA PEQUEÑA IDEA-4
Mixta sobre lienzo. 2008



El arte, la mejor aproximación a lo real, como la religión, es una enfermedad. Por trascendente es peligroso, si se prefiere, sacrificial. El artista como visionario que hace posible una cierta experiencia de lo imposible. En nuestros días resulta evidente la dimensión " trascendente " del arte, su función compensadora de la secularidad, de lo banal... Todo el esteticísmo, el mundo del diseño, los artistas japoneses, con mundo manga-pop propio, servidos en un museo vasco como pinchos para ser consumidos rápidamente hasta el palillo, la tienda del museo, y hasta la figurita de la gitana de encima de la tele, son el síntoma del vacío dejado por la predicación muerta de las iglesias.
El arte ha sido siempre sagrado, ha provocado fascinación y terror. Si alguien duda sólo tiene que percatarse de la inmensa desconfianza que ha provocado en los poderes establecidos y, muy especialmente, en la iglesia. ¿ Es porque destruye los discursos estereotipados de la sacralidad oficial, para abrir las puertas al misterio mucho más temible y peligroso de la sacralidad real ? No sé. No quiero ponerme demasiado serio. Pontificar. Pienso en tantos artistas heterodoxos, nadadores contra corriente, jóvenes salmones, que transportaban orgullosos la antorcha del misterio y que a menudo morían en el altar del sacrificio, convertidos, por voluntad propia, en oficiantes y ofrenda.
El arte siempre es una oscilación entre el juego y lo real. Lo que está a la vez dentro y fuera del templo. No es que el arte haya perdido el sentido de la trascendencia, lo que ocurre es que hay poco arte. Ultimamente hay poco arte... Y por hoy ya está bien de hablar de sexo.

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