LOS CAMINOS

Siempre con pocas palabras, Arashi San me contó la historia de un samurai fugitivo que habiendo construido él los caminos por los que huía, los convocó en la palma de la mano, donde se juntaron como un abanico de varillas de metal. Y los siete jinetes que corrían tras él todavía andan perdidos en los fragantes bosques de bambú. Sus caballos se encontraron, de repente, sin caminos donde levantar nubes de polvo, condenados a no entrar en las ciudades donde mueren los hombres, convertidos para siempre en jirones de seda y acero en las fronteras del mundo.
En la fragua de la medina de Fez se contaban muchas historias sobre el jeque bigotudo. Siendo como soy hombre olvidadizo es extraño que en este comienzo de año recuerde una. Un camino me lleva a otro. Decían que Abdú había peregrinado a la Meca, que había vivido en Egipto, donde se convirtió a la ismailiya, que fue perseguido por sus creencias religiosas y tuvo que huir y refugiarse en las inaccesibles montañas de Badajsan. Una noche para ocultar su rastro y con la ayuda de un genio que había conocido en Damasco tomó en la mano todos los caminos que van a la montaña y los mezcló, como el calígrafo mezcla las letras danzantes para que la batihoja logre una bandeja muy hermosa.
En la fragua de la medina de Fez se contaban muchas historias sobre el jeque bigotudo. Siendo como soy hombre olvidadizo es extraño que en este comienzo de año recuerde una. Un camino me lleva a otro. Decían que Abdú había peregrinado a la Meca, que había vivido en Egipto, donde se convirtió a la ismailiya, que fue perseguido por sus creencias religiosas y tuvo que huir y refugiarse en las inaccesibles montañas de Badajsan. Una noche para ocultar su rastro y con la ayuda de un genio que había conocido en Damasco tomó en la mano todos los caminos que van a la montaña y los mezcló, como el calígrafo mezcla las letras danzantes para que la batihoja logre una bandeja muy hermosa.
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