SHIBUMI


El mejor restaurante japonés de Madrid está en la calle Echegaray número 9, junto a la plaza de Santa Ana. Se llama Aki y está regentado por Masato Tsuda de mirada franca y mano hábil. Son exquisitos y untuosos los cortes de sashimi, contundente y evanescente, a la vez, el maki, finísima, una nube dorada, la tempura, de poderoso aroma y crujiente carne el katsu curry, todo regado por un sake servido a la temperatura justa, rondando los 39 grados y medio. Nada nos haría pensar que tras su en absoluto ostentosa ni historiada fachada se encuentra semejante descubrimiento. No encontrareis un local de diseño aquí, este no es un lugar para snobs, es la típica taberna que uno se podría encontrar en cualquier barrio de Tokio. Tan autentico que al entrar parecería que hemos sido llevados allí por un hechizo. Magia en el cuchillo, fascinación en el fogón, muestra menos de lo que verdaderamente es y esto me hace pensar en esa cualidad inefable que en Japón conocen como Shibumi, ese estado de perfección sin esfuerzo. Para algunos será una especie de sumisión, para otros un ideal. Es un estado del alma a seguir, refinamiento tranquilo tras una apariencia corriente, una elegancia consentida... Silencio, siempre silencio, y una mirada elocuente.
En el arte donde no se ocupa de lo bello sino de su naturaleza toma la forma de Sabi, pobreza en lo material, simplicidad. En lo filosófico toma la forma de Wabi y aparece como una calma espiritual con un exterior inmóvil y un interior en absoluto pasivo, es el ser sin la angustia del siendo.
Wabi-Sabi es la quintaesencia de la estética japonesa. Es la belleza de lo imperfecto, la belleza de las cosas modestas y humildes, de las cosas no convencionales.
Un proverbio taoista dice " Un comerciante inteligente esconde sus bienes y hace como si no tuviera nada" Los clásicos taoistas y zen hablan de esconder la propia luz para armonizar con el mundo. La exhibición voluntaria es considerada no sólo inútil sino contraproducente. Tal práctica para parecer personas ordinarias ante los demás era cosa común entre los iniciados después de haber alcanzado la iluminación. Fushan, uno de los grandes maestros del budismo Chan de China, decía y cito de memoria :
" Los que hacen alarde de su aprendizaje y recurren a la palabra, sin haber siquiera aprendido a alcanzar la verdadera via, utilizando la elocuencia y el acto desaforado para alcanzar notoriedad, son como fachadas pintadas de bermellón. El bermellón sólo aumenta el olor."

Por eso, el que sabe, se oculta detrás de la cortesía. Se presenta torpe y distante. Se finge loco y vive apartado. Y por encima de todo aguarda a que llegue Shibumi.

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