BOSQUE Y PASEO


Paseando por el bosque la respiración se alarga, el aliento corre a esconderse. Andar en el verde es un regalo para la sangre. El verde es el complemento cromático del rojo. Un árbol al ser mirado y siendo por las leyes de la visión los pulmones puestos del derecho, hace que estos palpiten bajo torrentes de sangre, expandiéndose y contrayéndose.
Esta asociación no es fortuita. La luz dorada, solar, es la manera de relacionarse del verde con la hoja. Ante nosotros los colores centrales del espectro, que tiene sus polos en el rojo y el azul. El color de nuestras venas, arterias y el espíritu que corre por ellas. Lo que nace surge del rojo y tiende hacía el verde como podemos ver en la eclosión de la rosa.
Es en espejo del bosque donde nuestra sangre ve y reconoce a su pareja, a su soror mistica, a su consorte alquímica. El bosque cura. El mejor antídoto contra el dolor del alma es un círculo de árboles. La flor nos muestra el modo de acceder al interior del templo. A cambio entregamos a la selva nuestra roja ofrenda interior.

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