EL TEMPLO DEL HOMBRE Y LA PALABRA PERDIDA
Leo en la página del profesor Aaron Cheak una información más que relevante e inetresante de Schwaller de Lubicz que intentaré resumir.
"La experiencia tuvo lugar en 1936 en la tumba de Ramsés IX, donde Schwaller contempló un mural osiriano que representaba a Ka-Mut-Tef («el toro de su madre»)-dice-. Aquí se muestra al faraón como la hipotenusa de un triángulo rectángulo, encarnando simultáneamente tanto el poder masculino generativo como el femenino gestativo del cosmos. Este tema, en el que un «agente» se convierte en padre y madre de sí mismo, constituía el núcleo de su metafísica alquímica". Tenemos la proporción 3, 4, 5 resultando 12.
12, la cuerda de doce nudos de los maestros geómetras. El nombre segrado y oculto de la deidad
A partir de ese momento, Schwaller de Lubicz, quizá el metáfisico más grande del siglo XX, por encima de Guenón, supo que había encontrado el verdadero símbolo de su obra maestra: Le Temple de L'Homme (El templo del hombre, 1957-1958), una obra que gestó durante más de doce años de mediciones in situ, desciframiento y estudio del templo de Amenemopet en Luxor, Alto Egipto, lo que confirmó a Schwaller que este linaje era, en efecto, la fuente de la tradición hermética, pitagórica y alquímica de la que él ya era un experto y practicante consumado.
Para dedicarse a esta tradición, Schwaller y sus acompañantes se instalaron en un ala del Palacio de Invierno, a orillas del Nilo, en Luxor, donde pudo vivir en contacto diario con los templos.
La lectura alquímica que Schwaller hizo de las catedrales francesas, pirateadas por Julien Champagne para "el Misterio de las Catedrales" de Fulcanelli, consideradas durante mucho tiempo como imágenes arquitectónicas de Cristo, le predispuso herméticamente a abordar el templo egipcio del Imperio Nuevo como una codificación de la encarnación de Dios como hombre: el misterio del antropocosmos.
"En contra de la corriente dominante de la egiptología convencional, Schwaller ofreció una elaborada interpretación simbólica del templo de Amenemopet. Sostenía que la enseñanza fundamental que sustentaba cada detalle simbólico del templo, que gobernaba y daba forma a toda su estructura en todos los niveles, desde sus cimientos y sus ejes hasta sus materiales y su forma, era «la doctrina del antropocosmos». En términos inequívocos, Schwaller llama al templo de Luxor «el templo del hombre».
Esto no se debe únicamente a que la estructura del templo pudiera correlacionarse con las proporciones biométricas del corpus real —la imagen del faraón—, sino a que el templo divino egipcio en sí mismo, al igual que el faraón, es la estructura que sustenta la encarnación de la divinidad. El templo del hombre encarna las funciones o principios divinos (neterus), tanto como edificio físico creado según las proporciones divinas del crecimiento gnomónico, como, literalmente, a través de la encarnación de lo divino en el hombre.
Para Schwaller, la fisiología humana es un producto físico de principios metafísicos; su padre es el sol, su madre es la luna, como tal, los órganos de la percepción humana, desde los físicos hasta los sutiles, son al mismo tiempo los instrumentos de la autopercepción divina. En general, Schwaller enfatizó cómo una profunda filosofía antropocósmica estaba codificada en cada aspecto físico de la construcción del templo divino egipcio y, más aún, que una inteligencia profundamente intuitiva e irracional, superior a nuestro propio racionalismo divisivo, se encontraba en el corazón de Egipto".
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